
.....Muy de mañana, el día de San Juan la plaza Mayor de San Pedro Manrique, donde se encuentra el ayuntamiento, empieza a poblarse de valientes vespertinos que acuden, poco a poco, a presenciar la continuación de la Sanjuanada. Más tarde, sobre las frías piedras de las calles comienzan a resonar ecos lejanos de cascos equinos. De pronto, al revolver una esquina, aparece majestuosamente el primer caballero a lomos de su corcel. Es el primer concejal que acude a la mágica cita. Pronto irán acudiendo los demás.
.....Mientras, en las casas de las tres Móndidas reina una febril actividad. Es un femenil barullo. La Móndida, las parientes más próximas y algunas sampedranas se afanan ultimando los detalles. Sobre una mesa está ya puesto el cestaño en cuyo interior se depositan dos roscos y, dentro de ellos, tres panecillos alargados. También se colocarán unas piedras que le darán estabilidad, si bien harán subir su peso hasta los 15 kilos. Los suficientes para dar más de un dolor de cabeza a las Móndidas que, más finas que las de antaño, ya no están acostumbradas a llevar pesos sobre la cabeza..

.....Cada Móndida vestirá su traje blanco de pies a cabeza, aunque luego estropeará el níveo efecto poniéndose un mantón escasamente tradicional, que fuera introducido en la fiesta por ocurrencia de un indiano ricachón. Bien es verdad, por otra parte, que en las primeras horas de la mañana de San Juan se debe agradecer su cálido tacto.
.....En esto, los caballeros están simulando expulsar de la villa a judíos y forasteros. Parten entonces los ediles transmutados en bélicos jinetes y recorren los campos circundantes. Es durante este periplo cuando consumen unos roscos especialmente elaborados en todo San Pedro la mañana de San Juan. Vuelven luego junto a la ermita del Humilladero pues es allí adonde habrán llegado las Móndidas y donde van a recibirlos.

.....Una vez juntos ediles y Móndidas, asisten a una violenta cabalgata que ha de celebrarse montando los caballos a pelo, sin montura alguna, a lo largo de la dilatada avenida que va desde la ermita a la entrada del pueblo. Los vencedores serán premiados con roscas idénticas a las que llevan las Móndidas dentro de sus cestaños. Antaño se les entregaban éstas mismas, pero ahora las Móndidas gustan de conservarlas como recuerdo y entregan otras similares a los caballistas.
.....Es entonces cuando las Móndidas recitan las cuartetas compuestas por algún amigo o conocido a veces, y otras por algún poetastro de la capital. Suelen tratar del tributo de las 100 doncellas entregado a la morisma durante el reinado del rey astur Mauregato. Muy de mañana, el día de San Juan la plaza Mayor de San Pedro Manrique, donde se encuentra el ayuntamiento, empieza a poblarse de valientes vespertinos que acuden, poco a poco, a presenciar la continuación de la Sanjuanada. Más tarde, sobre las frías piedras de las calles comienzan a resonar ecos lejanos de cascos equinos. De pronto, al revolver una esquina, aparece majestuosamente el primer caballero a lomos de su corcel. Va ataviado a la antigua usanza dieciochesca y se toca con un negro bicornio. Es el primer concejal que acude a la mágica cita. Pronto irán acudiendo los demás.

.....Mientras, en las casas de las tres Móndidas reina una febril actividad. Es un femenil barullo que no admite la presencia de mozos ni hombres. La Móndida, su camarera, las parientes más próximas y algunas sampedranas de edad se afanan ultimando los detalles. Sobre una mesa está ya puesto el cestaño o canastillo en cuyo interior se depositan dos roscos y, dentro de ellos, tres panecillos alargados. También se colocarán unas piedras que le darán estabilidad, si bien harán subir su peso hasta los 15 kilos. Los suficientes para dar más de un dolor de cabeza a las Móndidas que, más finas que las de antaño, ya no están acostumbradas a llevar pesos sobre la cabeza.
.....Cada Móndida vestirá su traje blanco de pies a cabeza, aunque luego estropeará el níveo efecto poniéndose un mantón escasamente tradicional, que fuera introducido en la fiesta por ocurrencia de un indiano ricachón. Bien es verdad, por otra parte, que en las primeras horas de la mañana de San Juan se debe agradecer su cálido tacto.

.....En esto, los caballeros están simulando expulsar de la villa a judíos y forasteros. Parten entonces los ediles transmutados en bélicos jinetes y recorren los campos circundantes. Es durante este periplo cuando consumen unos roscos especialmente elaborados en todo San Pedro la mañana de San Juan. Vuelven luego junto a la ermita del Humilladero pues es allí adonde habrán llegado las Móndidas y donde van a recibirlos.
.....Una vez juntos ediles y Móndidas, asisten a una violenta cabalgata que ha de celebrarse montando los caballos a pelo, sin montura alguna, a lo largo de la dilatada avenida que va desde la ermita a la entrada del pueblo. Los vencedores serán premiados con roscas idénticas a las que llevan las Móndidas dentro de sus cestaños. Antaño se les entregaban éstas mismas, pero ahora las Móndidas gustan de conservarlas como recuerdo y entregan otras similares a los caballistas.
.....Es entonces cuando las Móndidas recitan unos poemas o cuartetas compuestas por algún amigo o conocido a veces, y otras por algún poetastro de la capital. Suelen tratar del tributo de las 100 doncellas entregado a la morisma durante el reinado del rey astur Mauregato.
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